miércoles, 23 de octubre de 2013

Unas pequeñas reflexiones de Gravity

Ayer aprovechando una oferta del cine (entradas a 2.90 euros), acudí raudo a ver una película de la cartelera que se comentaba que podría ser una gran producción. La película a la que me refiero es a Gravity, del director Alfonso Cuarón y que presentaba un gran cartel de actores como los archiconocidos George Clooney y Sandra Bullock.

La película me gustó bastante ya que a la magnífica fotografía y a unos planos alucinantes, hay que unir unas convincentes actuaciones y una extraordinaria banda sonora que produce que te sumerjas en una agobiante atmósfera que te introduce de lleno en la odisea que sucede en el espacio ( hay muchos guiños al genial Kubrick por parte del también director de Hijos de los hombres).

En lo relacionado con los actores, creo que Sandra Bullock ha sufrido una metamorfosis, no puedo decir que sea brillante pero tampoco mala (su escena hablando con la radio en soledad, se merece un 10) y, en esta producción, hace un papel muy convincente y bastante bueno. Respecto a George Clooney, cumple notablemente su papel. Sinceramente, creo que los actores hacen bien sus papeles sin más  y es que, en esta película, su director, intenta darle (en mi opinión), una mayor importancia al ambiente que rodea a los personajes que a estos mismos.

Imagen extraída de http://www.hdwallpapers.in/2013_gravity_movie-wallpapers.html


Por mi formación o vocación, me gustaría resaltar una idea que se adhiere a la película. Esta idea que subyace en la película es el conflicto entre la técnica y el ser humano, un tópico que se prolonga desde los albores de la raza humana. Primero fue el fuego, más recientemente, la energía nuclear y, en esta producción este hueco lo ocupa los utensilios para navegar en el espacio.

El argumento de la película es simple y, de hecho, la primera escena nos anticipa el drama de la película pues el personaje que interpreta George Clooney, toma las características de un oráculo, y nos dice que esta misión le trae mala espina. De la misma forma, este "oráculo" se vestirá de "santo" ayudando a Sandra Bullock en un momento de debilidad y es que la película está impregnada también de cierto aroma bíblico (la escena final, es un ejemplo claro al respecto, y es que parece que hay un bautismo encubierto con el elemento agua que adquiere una gran importancia y que es otro guiño al monolito de 2001: Odisea en el espacio, el comienzo de una nueva vida). El argumento pues, nos presenta un grupo de astronautas estadounidense que están trabajando en la órbita terrestre cuando de repente, y por culpa de los rusos (cuánto  hacía que no le echaban la culpa a los rusos, que Putin se ande con cuidado), se genera una gran cantidad de residuos que colisionan con este grupo de científicos provocando la muerte del equipo salvo dos astronautas, un hombre y una mujer como si fueran las copias de Adán y Eva. Estos dos astronautas quedarán solos y lucharán desde ese momento consigo mismos y contra una tecnología que les supera para regresar a sus hogares, de ahí que se impongan ciertas ideas existencialistas que se bañan con el dogma cristiano para presentarnos un conflicto muy humano a pesar de que acontece en el espacio, a miles de km de nuestro hogar, la Tierra.

A partir de este momento, el director nos sumerge en un thriller psicológico, agobiante, donde el ser humano debe luchar desesperadamente contra sí mismo y contra el medio por su supervivencia, con unos utensilios que le han dado la espalda y que superan al creador que los ha hecho.

En conclusión, nos encontramos ante una película que aúna una belleza estética impresionante, de lo mejor que he visto en el cine estos últimos años, junto a una serie de ideas un tanto complejas que son algo intrínseco a la naturaleza de la raza humana.


José Ángel Castillo Lozano



PD: Gracias por leerme, el tema se podría complejizar más si hubiese hablado del papel de la religión en la película que está bastante presente en ella y si hubiera extendido la idea del conflicto entre técnica-creador, pero por miedo a hacer spoiler, he preferido quedarme esas reflexiones para mí. Si queréis preguntar cualquier cosa, comentar lo que gustéis, pues los comentarios si podrán albergar spoiler.

martes, 15 de octubre de 2013

Gilles de Rais, barón de Laval, Mariscal de Francia y protector de Juana de Arco.

En estas semanas de octubre, pero hace 573 años, fue juzgado Gilles de Rais (1404-1440), barón de Laval, mariscal de Francia y protector de Juana de Arco. Las razones por las que fue doblemente juzgado y posteriormente condenado a morir en la horca y en la hoguera fueron que entre niños y niñas, torturó, mató, violó y vejó a más de 400, aunque entre 1431 y 1440 se contabilizaron en sus dominios más de 1000 desapariciones de jóvenes entre 8 y 20 años.   
  
"Mata en tiempos de guerra y la gente héroe te llamará. Mata en tiempos de paz y de asesino te acusarán". Lamentablemente esto es más que cierto, y personalmente me recuerda a la trayectoria que siguió Gilles de Rais a lo largo de sus días, los cuales procederé a comentar para quienes estén interesados.     

Nació en el 1404, aproximadamente a mitad de la Guerra de los Cien años (1337-1453) en una Francia inmersa en sus peores momentos, donde más de la mitad de su reino permanecía directamente bajo poder del invasor inglés y de sus aliados afines, que reclamaban abiertamente su legitimidad al trono francés. Paralelamente, la infancia de Gilles estuvo marcada por el total abandono y absoluto desentendimiento de sus propios padres, que legaron su educación a terceros para así dedicarse a sus propios menesteres, algo normal en un matrimonio fruto de la conveniencia nobiliaria. Sin embargo, el futuro mariscal disfrutó de una holgada educación en sus tiempos de mozo gracias a su estatus social, siendo conocedor de varias lenguas y sabedor de obras clásicas de la mano de Suetonio e instruido también en las materias religiosas católicas propias de la época. Pero con el tiempo y la propia evolución de su existencia, demostró que aunque culto, no fue sabio ni reflexivo; las historias de los emperadores Nerón, Calígula y Tiberio plantaron en la joven pero ya enferma mente de Gilles una curiosidad perversa para servirse del poder que su innata posición social le asignaba para obtener placer y felicidad a través de hacer sufrir a otros. La muerte, que tanta pasión despertó a lo largo de su existencia, tuvo su primera aparición en su vida a los 9 años, cuando contempló como su padre Guy II de Laval moría destripado por un jabalí. Gilles no se separó del lecho de su padre hasta que éste exhaló su último aliento, pero no por la compasión de un hijo que sufre la pérdida de su padre, sino por la curiosidad y el embaucamiento que la brutal imagen de su padre agonizando con las tripas fuera le provocaba en su infantil y ya maltrecha mente. Al poco su madre Marie de Craon fallece también, quedando Gilles al cargo de su abuelo materno, Jean de Craon, un despiadado criminal de sangre muy noble que terminó de malversar el espíritu de su nieto por medio del maltrato psicológico y físico. Durante su tutoría, Gilles conoció los estragos de la alcoholemia y de la crueldad desmesurada, que primero vio aplicada en sí mismo por la mano de su abuelo para posteriormente aplicarla él mismo contra otros terceros, matando a su primera víctima a los 15 años, cuando se le ocurrió la infeliz idea de usar armas de verdad contra su paje en el patio de entrenamiento donde todos los días practicaba para formarse en el temible guerrero que un día llegó a ser.     

Con 17 años, se negociaron infructuosamente dos matrimonios atendiendo siempre al interés económico como viene marcando la tradición. Pero ninguna familia quería emparentarse con Gilles, ya que a pesar de ser una de las personalidades más poderosas y ricas de Francia, la fama que empezaba a gestarse en torno a nieto y abuelo era harto conocida. Además, Gilles de Rais era abiertamente homosexual (condición pecaminosa y castigada por la Inquisición), siendo la tarea de engendrar un heredero su única preocupación en el asunto conyugal. Así, instigado por su abuelo, decide desafiar las leyes del incesto secuestrando a su propia prima, con la cual se desposa y tras siete años de matrimonio infértil en todos los sentidos, consiguen traer una hija al mundo. La pequeña es criada por su madre en los confines de los dominios de Gilles, lo más alejado posibles de él y de sus futuras fechorías, sin saber nada de él hasta el momento de su muerte. Como podemos comprobar, otra familia que distó mucho de ser feliz. 

Sirviéndose de su enérgica juventud, prestó valerosos servicios a su señor el duque de Bretaña hasta que logró hacerse un hueco en la corte del mismísimo delfín Carlos de Valois, llamado a ser el VII de su nombre entre los monarcas franceses. Fueron en estos tiempos donde su pasión por la muerte tuvieron rienda suelta dentro de un marco "legal" debido a la guerra sin cuartel que se mantenía contra los ingleses invasores y sus aliados borgoñones. Decían sus compañeros de armas que en la batalla Gilles se imbuía de un espíritu demoníaco, que no había rival en el campo de batalla que cruzara mandoble contra él y lograra conservar la vida. Era querido y respetado porque mataba a los enemigos de Francia, y Francia necesitaba ahora más que nunca gente como Gilles de Rais; hombres ricos para nutrir regimientos de soldados que lanzar a la guerra y guerreros habilidosos con la espada y el hacha para ganar batallas.    

Y fue con sus 25 años cuando conoció a Juana de Arco, en un momento crítico para la Historia de Francia y para la propia historia de Gilles de Rais. La Guerra de los Cien Años estaba a punto de decantarase en favor de los ingleses que no paraban de infligir humillantes derrotas a los ejércitos franceses, quedándoles sólo un único objetivo militar por cumplimentar para cantar definitivamente la victoria. Ese objetivo era la ciudad de Orleans, fiel a la causa del futuro y legítimo monarca Carlos VII. Si la ciudad caía en manos inglesas, la causa francesa estaría para siempre perdida....pero las huestes acantonadas en la ciudad eran escasas y el ánimo para continuar una guerra que desde hacía años se sabía perdida era inexistente. Sólo un milagro podía salvar a Francia. Y ése milagro fue Juana de Arco, que logrando la confianza de Carlos VII y de algunos de sus más íntimos allegados, como Gilles de Rais, consiguió con un pequeño ejército liberar a Orleans en una legendaria y decisiva victoria en la que los ingleses fueron puestos en fuga. La victoria de Orleans fue la primera de sus 4 promesas. La segunda fue liberar Reims, donde coronó ella misma al rey Carlos VII. La tercera, consistente en liberar París junto a la cuarta promesa, que era liberar al Duque de Orleans, nunca se llegaron a consumar ya que Carlos VII perdió todo interés en proseguir la guerra contra los ingleses por medio las armas. Él ya tenía su corona, que era lo que quería, y la beligerante Juana de Arco era ahora una molestia más que una ayuda, por eso no movió ni uno de sus regios dedos cuando Juana de Arco fue capturada por los borgoñones en Compiègne. Éstos la vendieron a los ingleses, que inventaron todo un juicio falso y absurdo que acabó con la joven de 19 años condenada a morir en la hoguera en 1431.    

Por su parte, Gilles de Rais, que profesó una auténtica devoción por Juana de Arco y su labor terrenal, quedó enfermamente trastornado por los sucesos acontecidos y que acabaron con la muerte de la que él consideraba un ángel en la tierra. Durante los aproximadamente 2 años que permanecieron combatiendo juntos, Gilles de Rais vio justificada su existencia en la tierra, disfrutando de un equilibrio mental que le mantenía lejos de su psicopatía peligrosa, alcanzando además la cumbre de su carrera militar al ser nombrado mariscal de Francia por el rey Carlos VII. Bien puede ser que ello se deba más a que Juana de Arco supo reorientar sus instintos asesinos y peligrosos para una causa justa que sirviera a los intereses políticos del rey de Francia, pero lo cierto es que en su confesión final, Gilles de Rais se mantenía todavía como un fervoroso seguidor del mensaje de Juana, de la cual se consideraba su más firme protector. Protector que sin embargo fracasó al intentar salvarla de la hoguera, pues cuando Juana de Arco fue capturada y hecha prisionera, en el transcurso de sus meses de cautiverio en la ciudad normanda de Ruán, Gilles de Rais trató de reorganizar un ejército (sufragado por él mismo) para rescatarla, valerosa hazaña que por razones que se desconocen no logró desempeñar pues Juana tristemente acabó siendo pasto de las llamas mientras su presunto rescatador quedó acampado a 25 km de allí. Sin embargo, la muerte de Juana de Arco también supuso la muerte del interés de Gilles de Rais en la guerra contra los ingleses, dando públicamente la espalda a la causa de Carlos VII, al que acusó abiertamente de ser el responsable de la muerte de su amada Juana.     

Y es aquí cuando comienza el principio del fin, la caída hacia el infierno del hombre más poderoso de Francia. Enfermamente deprimido, regresa a sus vastos dominios familiares donde dio rienda suelta a todos sus instintos asesinos y a los más extravagantes placeres, emulando a los césares depravados que leía cuando era niño. Dilapidó toda su inmensa fortuna (era el segundo hombre más rico del reino, por debajo del rey) en toda clase de fiestas y orgías, acompañadas éstas por virtuosos músicos que tocaban el órgano, su instrumento favorito. Preso de una mente esquizofrénica y melancólica, intentó representar sus días de gloria organizando una representación de la batalla de Orleans, no reparando en gastos a la hora de contratar actores y soldados bien pertrechados en todos los sentidos con los que recreó las campañas de Juana de Arco como si fuesen auténticos cuadros llevados a la vida. Poco a poco sus arcas fueron agotándose, viéndose obligado a tener que vender su patrimonio para que la fiesta despilfarradora nunca terminara. Y fue en este momento, ante su inexorable sed de dinero, cuando cayó en manos de alquimistas y brujos que le prometieron que todas sus carencias económicas finalizarían si conseguía crear la Piedra Filosofal, artefacto alquímico que lograba transformar el plomo en oro. Sus tres castillos principales, a saber de Machecoul, Tiffaugues y Champtocé se convirtieron en un reducto para brujos y alquimistas que fueron carcomiendo la cada vez más escasa riqueza de Gilles de Rais, hasta el punto de exigirle que debía de realizar sacrificios de niños para que los demonios concedieran su favor para lograr así consumar la Piedra Filosofal.    
Paralelamente a estas cuestiones heréticas y satanistas, Gilles de Rais tenía una enfermiza obsesión sexual que sólo lograba saciar mutilando, matando y violando niños y niñas. Su locura quedó desatada cuando decidió enviar a sus sirvientes de más confianza para que recorrieran todos los pueblos pertenecientes a sus dominios para que por medio de dulces engaños o a través del secuestro directo, trajeran a sus castillos a niños de entre 8 y 20 años para saciar su perverso apetito sexual. Durante las noches, Gilles y sus esbirros se abandonaban a brutales orgías alcohólicas a través de las cuales perpetraban sus macabros placeres violando, asesinando y, en ocasiones, volviendo a violar a las pobres criaturas después de muertas. Están documentadas todas estas perversidades en las actas de los juicios que contra él se llevaron a cabo una vez fue hecho prisionero, recopiladas a través de los testimonios de testigos directos, a saber de los sirvientes que ayudaron a perpetrar estos horribles crímenes como a las propias confesiones íntimas de Gilles de Rais. Pero antes de que el día de su captura llegara, transcurrieron 8 largos años de terror desmesurado en las que el otrora gran Mariscal de Francia y compañero íntimo de Juana de Arco dio rienda suelta a sus instintos más oscuros y perversos. Llegó a confesar que gustaba de colgar a sus jóvenes víctimas de ganchos y cuerdas para luego, en el momento final de su agonía, violarlos y desmembrarlos, profanando luego sus cuerpos por medio de actos sexuales deleznables y ofreciendo algunos de sus miembros y órganos al mismo Diablo. Reconoció ante los tribunales que su máximo climax sexual era precisamente contemplar el mismo momento de la muerte, sentándose encima de los niños cuando estos estaban agonizando. Incluso reconoció que a veces llegaron a cortar las cabezas de los pequeños y hacía, junto a sus leales esbirros, competiciones para ver cuál de todas ellas era la más bella. Otras veces sus criados confirmaron que después de la barbarie, quedaba largos momentos a solas con los cuerpos descuartizados de sus víctimas, mientras llorando a lágrima viva los besaba y abrazaba, rogando el perdón de Dios por sus miserables pecados. Luego, daba la orden y sus criados hacían desaparecer los cuerpos, primero acumulándolos en las mazmorras de sus castillos hasta que finalmente fueron quemados para evitar sospechas.  

Pero todo tiene un principio y un final, y el final de la noche de Gilles de Rais estaba firmado. Las continuas desapariciones, que se comentaban al principio entre susurros en las tabernas y posadas, pronto fueron gritos que comenzaron a ser escuchados por las altas esferas. Así, el obispo de Nantes inició en secreto una serie de investigaciones que inequívocamente señalaban a Gilles de Rais como principal sospechoso. Ello, unido a un desafortunado lance que tuvo el mariscal a la hora de vender una de sus posesiones en su enfermiza obsesión por conseguir dinero, hizo que finalmente fuera arrestado por la mismísima autoridad real en persona a la cual Gilles no pudo negarse. Preso en Nantes, disfrutó de las comodidades correspondientes a su alto linaje, aunque tuvo que enfrentarse a dos juicios de naturaleza civil y eclesiástica. Durante los más de veinte días que duraron los juicios y por los que pasaron incontables testigos, especialmente sus criados de más confianza, finalmente Gilles de Rais fue condenado por ambos tribunales a morir ahorcado y quemado en una ejecución pública por cometer sodomía, herejía, mantener comercio con diablos y por asesinato.

Y este es un pequeño resumen de la vida de Gilles de Rais, que quedaría inmortalizado en los cuentos populares en la figura de "Barba Azul" a través de la obra de Charles Perrault universalmente conocida como "Historias o cuentos de tiempos pasados". He intentado condensar todo para una lectura sencilla, omitiendo algunos detalles para no alargarlo más de lo que ya de por sí es, y espero que me perdonéis las posibles erratas que se me hayan podido colar y la propia extensión en sí. En un principio no pensaba publicarlo, pero viendo que a algunos os podía interesar he decidido compartirlo. Supongo que como a mi, en algún momento de nuestras infancias fuimos amenazados por nuestras madres o abuelas con que si no nos portábamos bien o si no nos comíamos la comida el "hombre del saco" (el Barbe Bleue o Barba Azul francés) vendría a por nosotros. Quién iba a decirnos que esta historia infantil una vez fue cierta en tierras bretonas y que cientos de niños encontraron un horrible e injusto final bajo las garras de tal inmundo monstruo.     

Por último, si os ha gustado este acercamiento a la figura de Gilles de Rais y queréis saber más, os recomiendo el libro de Juan Antonio Cebrian titulado "El Mariscal de las Tinieblas", que a mi personalmente me ha parecido bastante bueno 

Por último, un poco de música que creo que viene perfecta para esta nota jaja. También me pone los pelos de punta (soy un miedoso) http://www.youtube.com/watch?v=urV8MIcLDFk  . Increíble escucharla mientras lees las atrocidades que cometió este buen cristiano, mariscal de Francia y gran defensor de Juana de Arco.
Gilles de Rais, barón de Laval, Mariscal de Francia y protector de Juana de Arco.
Gilles de Rais, barón de Laval, Mariscal de Francia y protector de Juana de Arco.


Adrián Rosell Lucas

jueves, 10 de octubre de 2013

El suicidio ritual en el mundo samurái

Cuando uno completa todas las etapas de su vida, no le cabe sino esperar el último paso de esta que no es otra cosa que la irremediable muerte. La muerte es un elemento muy importante en todas las sociedades humanas, ha sido mitificada, sacralizada y ritualizada, y en el Japón de los samuráis esto no es distinto.

La muerte podía acontecer de dos maneras distintas ya que la simbología de estas dos formas es radicalmente opuesta. Una se podía incluir dentro de la esfera de lo privado produciéndose por la edad, por una enfermedad o por un accidente, mientras que la otra forma de morir, pertenecía a la esfera pública y bien podía llegar en una lucha o basada en una decisión tomada libremente.

En esta entrada trataremos, por su condicionante social, los tipos de muertes que están vinculadas con la esfera de lo público. Así trataremos la muerte provocada en el campo de batalla y, en concreto, el suicidio ritual denominado seppuku o harakiri, algo limitado al mundo masculino. Este suicidio podía hacerlo una persona de forma individual o bien una persona que representaría a un grupo de naturaleza elitista que en este acto buscaba reponer o ganar fama y gloria, dos valores que, al estar vinculados, hacían de este suicidio ritual un acontecimiento de carácter público. La faceta pública de este ritual se muestra de una forma magnífica en la película Harakiri (seppuku) (1962) de Masaki Kobayashi y  en su remake (2011) dirigido por Takashi Mikii, de menor calidad, aunque en estas películas se ahonda más en el tema personal presentándonos un típico enfrentamiento entre el honor y la necesidad.

Los orígenes de esta práctica no están claros y se piensa que este rito no estaría extendido entre los primeros samuráis donde la idea de suicidio no tendría cabida. Sin embargo, a partir  del S. XII d. C., encontramos como la idea de suicidio va extendiéndose entre los samuráis, en las epopeyas militares de esta época, como por ejemplo el Hôgen monogatari, nos cuentan como los altos rangos de los ejércitos preferían suicidarse antes que caer en las garras de sus enemigos, esto va generando un cambio en el imaginario colectivo que va gestando un cambio en el forma de asumir la muerte y la impureza (kegare).

Dicho cambio se consolidaría de una forma definitiva (y tardía) en el S. XVII. En este siglo se asentarán las bases formales para el seppuku que, a partir de ahora, se convertirá en un método indirecto de ejecución o de castigo para las altas clases sociales para así, tras este proceso, permitir al ejecutado conservar parte de sus propiedades para la familia y reparar su honor perdido. El Estado a su vez lo utilizaba para evidenciar públicamente su autoridad y la de las clases altas. Esto último se refleja de una forma maravillosa en la leyenda de los 47 samuráis donde Osana es condenado al harakiri por herir , previa provocación, a un emisario imperial al igual que sus 47 antiguos sirvientes, ahora ronin, que se vengan matando a este emisario imperial diez años más tarde, estas condenas las manda el Estado para restablecer el orden y, al mismo tiempo, para darle una salida honrada a estos 47 hombres que se convirtieron en héroes y modelos a seguir para el habitante japonés.

Imágen de la película Harakiri(seppoku) del director Masaki Kobayashi
La ceremonia de suicidio comenzaba con un baño purificador al condenado para, después, peinarlo. Luego se le vestía con un kimono, normalmente blanco al ser este un color de luto en el mundo japonés, y se le llevaba al sitio donde se realizaría el seppuku. Una vez en el sitio, que consistía en dos tatamis cubiertos de telas blancas, se le daba dos tazas de sake, viandas y se le permitía escribir un poema de despedida (yuigon o zeppitsu).


Planta enterrada
que jamás floreció.
Así de triste
mi vida fue; y sin fruta 
dar ahora termina

Para finalizar la ceremonia, se le otorgaba una espada envuelta en una tela blanca y arroz para que este absorbiera la sangre y no manchase, algo considerado deshonroso. En ocasiones, se limpiaba la espada en agua para que todo fuera lo más puro y casto.

 Detrás del suicida, se colocaba su padrino (kaishaku) el cuál tenía que decapitar al condenado una vez este se hubiera apuñalado el estómago con la espada que se le donaba. El ritual se suavizó y se suprimió el autoapuñalamiento, así el condenado recibía una daga de madera o un abanico que era una señal para que su padrino lo decapitara.

En el siguiente enlace, se puede observar un caso de harakiri donde se prescinden de los preliminares de la ceremonia: http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=-5xKq2vPUew . Esta escena se extrae de la película de Edward Zick (2003): El último samurái.

Otra forma de suicidio ritual, es el junshi, traducido como “séquito de la muerte”, en el que un vasallo se suicidaba cuando su señor moría. Un caso célebre es el de Hôjô Nakatoki quien se se práctico este rito de suicidio ritual al ser derrotado en una batalla y, junto a él, 432 fieles siguieron su camino.

En conclusión, vemos una práctica ritual de gran trascendencia simbólica y muy arraigada a la cultura japonesa que poco a poco se fue transformando hasta convertirse en una pena estatal para los samuráis de alto rango. Condena que por otro lado, permitía al que iba a ser ejecutado salvar su honor y parte de su patrimonio. Con el paso del tiempo el harakiri como el junshi fueron prohibidos por diversas leyes estatales aunque su recuerdo aún perdura en la mentalidad japonesa.



José Ángel Castillo Lozano


martes, 6 de agosto de 2013

La desgarradora belleza de Stalker: un camino hacia las profundidades del alma humana

“¿Qué ocurrió entonces?, ¿Cayó un meteorito?, ¿Fue una visita de habitantes del infinito cósmico? Sea de una forma u otra, surgió el mayor de los milagros: La zona”


De esta forma empieza la película Stalker (1979) del director soviético Tarkosvky, última película que realizó en la URSS antes de su exilio y puede que esta Zona sea la curiosa manera de abstracción de este director ante el régimen soviético. Esta película ambientada en un futuro no determinado nos relata las peripecias de un stalker, un hombre normal y corriente, cuyo trabajo se trata de servir de guía ilegal (pues el gobierno prohíbe el paso a la Zona) para aquellos que se adentran en la zona pues ansían llegar a la habitación, lugar dentro de la zona donde tus más secretos y profundos deseos pueden hacerse realidad. Así la película narra el viaje de este Stalker para enseñar este misterioso lugar a dos hombres, un escritor y un profesor de los cuales también desconocemos los nombres, recurso que utiliza el director para que nos identifiquemos y hagamos nuestros a los personajes.

Esta película es, sin lugar a dudas, una maravilla del 7º arte. Esto no quiere decir que sea una película fácil de visualizar, uno debe tener las fuerzas suficientes y cierto bagaje cultural pues nos esperan 163 minutos por delante de puro simbolismo y llenos de alegorías en un ritmo más bien lento, algo por lo que fue atacado nuestro director que se defendió diciendo: "solo me interesan dos espectadores: uno se llama Bresson y el otro Bergman" o "el filme tiene el ritmo que le conviene, así los que se equivocaron de película se dan cuenta enseguida y se van de la sala" ya que también se la tachó de pretenciosa. Por lo tanto, nos encontramos ante una película de culto que todo amante del cine debe ver y que bajo la coartada de la ciencia ficción, oculta un adentramiento a los entresijos más profundos del alma, de la fe y de la religión del hombre contemporáneo, algo que ayuda los continuos diálogos con referencias bíblicas, poéticas y cargados de simbolismos.

Nos encontramos pues ante el Stalker y sus dos acompañantes que se adentrarán en la Zona, en un viaje de descubrimiento interior, hacia la fe que representa la Zona y que nos quiere mostrar su Stalker, esto se consigue de una manera maravillosa con los juegos de luces, pues lo que hay fuera de la Zona es en blanco y negro (ocaso, fin de una civilización) mientras en la Zona se juega con el color, con la idea de utopía y donde el agua tendría un papel primordial como elemento que todo lo cambia y como generador de vida, como paso a otra vida, es decir, como elemento iniciático.

Este grupo sorteará una serie de peligros (pues la Zona se autoprotege) para terminar enfrentándose al mayor de todos que son ellos mismo, su conciencia y su capacidad para creer en algo. De ahí surge una disputa entre los dos clientes y el Stalker acerca de la naturaleza de la habitación, que se trata de un ensayo acerca de la fe (donde el Stalker se muestra como un profeta, un mesías, impactante es su imagen con una corona de espinos que lo iguala a Jesucristo) y de la naturaleza destructiva y ascética del ser humano.

Imagen extraída de: http://blog.sfmoma.org/2009/04/penetrating-the-zone-andrei-tarkovskys-stalker/
Uno de los aspectos que más sorprende del film es la no-evolución de sus personajes o, más bien, como se van encerrando en sí mismos, algo que va en consonancia con el viaje que emprenden pues a medida que se van introduciendo  en la Zona, más afloran sus miedos internos hasta el punto de la disputa que antes mencione donde los dos personajes que acompañan al Stalker no quieren introducirse en la habitación para no saber que desean verdaderamente, pues no creen en nada verdaderamente. Justo lo contrario le sucede al Stalker, él es el más débil, el más vivo y, por tanto el que más sufre. Él como si de Jesucristo se tratara sólo vive para ayudar a los desdichados y a los desesperados a entrar en la Zona aunque su esfuerzo es vacuo pues sus acompañantes no son capaces de enfrentarse a sus demonios internos, demonios que se extienden por toda la humanidad.
Imagen extraída  de: http://www.bandejadeplata.com/criticas-de-cine/stalker-1979/
Para finalizar, vemos como Stalker no es una película para pasar el rato, se trata de una auténtica obra maestra con un mensaje interior muy fuerte y magníficamente representado a lo largo de la película y que para captarlo hace falta verla más de una vez (yo llevo ya dos y aún tengo la sensación de que se me escapan detalles).



Muchas gracias por leer esta entrada.





José Ángel Castillo Lozano.

miércoles, 10 de julio de 2013

El mundo de los narcocorridos


La narcocultura, se basa en valores como el honor y la ostentación, una ostentación que es clave para que se haya ido generando un deseo de parecerse a los narcos dentro de las capas más humildes y jóvenes de los lugares deprimidos. Un deseo que cristaliza con los llamados narcocorridos donde se mitifica a los narcotraficantes, lo que produce un intento de emulación, donde los personajes adoptan el papel del héroe del corrido tradicional (Consultado en http://hemisphericinstitute.org/hemi/e-misferica-82/mondaca (10/07/2013)) y que a pesar de ser violentos, asesinos y corruptos, hacen esto por un bien mayor que no es otro que proteger a su pueblo por el cual no dudan en arriesgar su vida, son valerosos y no temen enfrentarse a un estado que aparece aquí como un estado monstruo, como un estado opresor.

Aquí vemos como el narco se transforma en el héroe y en el modelo  a seguir en una sociedad que no tiene un estado fuerte que lo proteja. Por ello, poderes secundarios como estos narcos toman las pregorrativas, nos encontramos ante lo que Max Weber (Sociología del poder. Los tipos de dominación, Alianza, 2012)  definió estado “híbrido tradicional-carismático” en el que la tradición y la figura del líder priman sobre la de un Estado de derecho neutro e imparcial, dando lugar a una “modernización sin modernidad” donde las relaciones clientelares son uno de los aspectos más importantes en las relaciones socio-políticas y, este clientelismo, no es sino una estrategia de las organizaciones mafiosas para asumir poder y relacionarse con el Estado en igualdad de condiciones como si de un estado más dentro del estado se tratara y esto lo consigue gracias a la debilidad y poca capacidad de gobernar del estado primigenio si se me permite utilizar tal término, así, el narcotráfico-crimen organizado penetró en la sociedad convirtiéndose prácticamente en el articulador de estas sociedades, al ser la fuente de ingresos y un camino para el futuro de estas comunidades marginadas . 
Esto aquí explicado se muestra claramente en la canción “Sigo siendo el rey”  donde el narco se sabe excluido del estado (“yo sé bien que estoy afuera”) pero al mismo tiempo se sabe poderoso y querido (“sé que tendrás que llorar”; “no tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”) además de que él se sabe organizador de una comunidad (“mi palabra es la ley”).

En los últimos años ha surgido una nueva categoría dentro de estos narcocorridos, más radicales, fruto también de la llamada “guerra contra el narcotráfico”, un ejemplo de esto es el narcocorrido “Empresa Inunza” donde se canta al sicarismo, un sicarismo que en estos últimos años se ha visto muy potenciado y es que estos narcocorridos son una proyección de una sociedad por ello, ante un cambio de situación, la temática de estos narcocorridos también cambia.

En conclusión, vemos una sociedad que se cristaliza en estos llamados narcocorridos donde se heroiza a los narcotraficantes, lo que produce un intento de emulación, lo que ha venido defiendo el prof. Astorga como una “orientación ética” para los que son narcotraficantes y los que aspiran a serlo dentro de ambientes marginados y excluidos socialmente y, a pesar de ser perseguida por las autoridades competentes, sigue en pleno funcionamiento.





José Ángel Castillo Lozano

jueves, 31 de enero de 2013

Éste es un escrito polémico


   Éste es un escrito polémico. Podría intentar que tuviera forma de aforismo, donde de manera concisa se expresa una idea, pero supongo que escribir no se encuentra entre mi ramillete de virtudes. ¡Sólo los hiperbóreos me entenderán! No me hago cargo de los que no sepan hacerlo. Y es que desde hace un tiempo un pensamiento me hace replantearme si yo pertenezco a mi generación. Espero que sí. Es, a mi juicio, un don que me hace pertenecer al siglo XXI. Y habrá quien también lo sea –y por qué no – pero no lo demuestra. ¿Tal vez le avergüenza? Pues no debe.

   Decirlo cotidianamente es pecado, y casi se podría –hoy- castigar con el amparo de la ley. Si lo eres no mereces ser de España, es más, atentas contra ella. Decirlo públicamente es casi convertirte en un apátrida. Y yo lo soy.

   Pues bien, lo digo y atended bien: soy republicano.

   Pero en el sentido más amplio de la palabra, y sin medias tintas. Porque la República es la expresión última de la democracia. El Non plus ultra. Y sin hacer distinción de ideologías. Ni derecha ni izquierda, ¡preguntad a Castelar o a Azaña!

   Es propia de países avanzados que no han temido derrocar dinastías. ¡Aún se amparan en el origen divino!. El siempre fue así no vale. ¿Quién los eligió? Dicen que se votó en la Constitución de 1978 ¿pero qué alternativa había?

   No seré yo quien hable del gasto económico que supone la realeza, no es de gente educada hablar de asuntos de dinero. Pero con esto quiero decir que no todos somos iguales. Ese derecho que tienen ellos de convertirme en su súbdito no se lo di yo. Ellos, los primeros funcionarios, van heredando y transmitiendo sus puestos de trabajo a su familia, ¿qué funcionario puede hacerlo?

   Se apropian y se enorgullecen de España. Para ellos todo es España, alrededor no hay nada. Mientras que el resto vamos a colegios y universidades públicas, ellos se forman en las privadas -¡detestan lo público!- y mientas vamos a hospitales públicos, ellos ingresan en hospitales privados -¡vuelven a detestar lo público!-

   ¡No conozco nada más antitético que la monarquía española!

   Solo escuchar el término ‘Familia Real’ me produce algo así como una sensación repugnante -¿el resto no somos reales?- . Claro, el resto nos ocupamos de asuntos tan irreales, ficticios e irrisorios como llegar a fin de mes, hacer ingeniería económica para pagar todos los meses y llenar el estómago. Nos ocupamos de mantener un trabajo y madrugar, o de ir a la cola del INEM o a Cáritas porque no tenemos ni trabajo, ni comida para llenar el estómago. Y mientras el banco ocupa las casas de los desahuciados, a los que se les entregó el derecho de llamar ‘Familia Real’ no les afecta desde sus palacios.

   ¿Monarquía? ¡Qué anacronismo! Este gigante es el mismo que derrotó a don Quijote, ¿para qué nos sirven los reyes si no les rozan las leyes ni el hambre ni el chapapote?

   ¡Bien pudiera haber sido un artículo de Zozocracia!

   He aquí mi polémico escrito, ¡sólo los hiperbóreos me entenderán!

Juan Manuel López Andreu
José Ángel Castillo Lozano

domingo, 27 de enero de 2013

¿Hacia dónde vamos?



   Esta pregunta, a día de hoy, es impredecible. Ahora, al pensar hacia donde nos quieren llevar, las respuestas se concretizan bastante; podemos pensar que la situación actual es inevitable, que es nuestro castigo, nuestra penitencia por los grandes años de bonanza y mal gasto, “por vivir por encima de nuestras posibilidades”, pero no nos equivoquemos: esta “crisis”, no es más que la excusa para llevarnos al modelo de estado y económico que beneficia al 1%.

    Al igual que se sucedió en los años 70, con la llegada al poder de figuras como Margaret Thatcher en Reino Unido, o Ronald Reegan en EEUU, con su conocido “estaba amaneciendo en América”, se inició la pérdida del modelo social, sucediéndose con una puesta en marcha del más feroz liberalismo económico, al individualismo, a la idea de una mínima intervención e intromisión del Estado en la vida personal del ciudadano y la lógica desigualdad que esto provoca (pues este modelo solo sería justo en una civilización donde todos los ciudadanos nacieran con las mismas condiciones de vida. Es obvio. No todas las personas somos iguales, pero se debe garantizar que todos tengamos, por lo menos, las mismas oportunidades, esa es la clave: igualdad de oportunidades) y hoy, se quiere volver a ello.

    ¿Qué sentido tiene sino, los grandes recortes en Educación o Sanidad? Hoy han anunciado que el Gobierno suprime las Becas Seneca, tras los más que conocidos recortes en Becas Erasmus, a esto le sumamos el gran deterioro que se está sufriendo en todas las universidades españolas, con grandes deudas, reducciones de plantilla, bajadas de sueldos, retrasos en los salarios, más, por otra parte, la  brutal subida de tasas y el endurecimiento de requisitos para poder solicitar Beca General (este año hay que aprobar el 100% de los créditos).

   Contextualizando, pienso, hace pocos años un estudiante universitario contaba con una buena seguridad académica, sin la exigencia de tener que aprobarlo todo (con cierto margen de error), al igual que todos los estudiantes tenían la posibilidad de vivir experiencias en otra ciudad española, o por Europa, con la formación lingüística y la experiencia que esto también supone. Pero a día de hoy, con todo lo mencionado, se está convirtiendo en un privilegio, simplemente, poder estudiar. Y la conclusión de esto es: ¿es esto necesario? ¿Es la única solución? Por supuesto que no; esto no es más que, como ya dije, la excusa para implantar un modelo económico privado. La pérdida de calidad de la Universidad Pública provocará una mejora de calidad de la Universidad Privada.

   Por otra parte, al hablar de sanidad, el mismo esquema es transferible, pues las personas cada vez optaran más por la alternativa privada antes que aguantar la saturación que se está viviendo en la sanidad pública, y cada vez más profesionales preferirán trabajar para ellos, debido a que les ofrecerán mejores condiciones, sumado a, por otra parte, la privatización directa de entidades públicas, como ya ha sucedido en Madrid.

   Estas políticas están destruyendo la base, el colchón mínimo, que tenemos todos los ciudadanos, el Estado del Bienestar, la educación y la sanidad no puede ser un privilegio, debe ser un derecho universal y debe ser de calidad, como ha venido siendo hasta ahora.

   Esto es algo intolerable, en España se ha caminado a pies puntillas desde que los constitucionalistas implantaron la Democracia, pero si había algo de lo que podíamos estar orgullosos era de la cobertura social de estos servicios básicos. No podemos permitir que se comercialice con la educación y la salud, que la calidad en estos ámbitos solo sea accesible a quien se lo pueda permitir económicamente, sustituyendo el esfuerzo, el mérito y la calidad, para la formación académica, por simple poder adquisitivo.  Nos estamos encaminando a un modelo que solo busca el lucro de unos pocos, donde la calidad de vida de las personas es secundario, es más, mayor estatismo social habrá con una población poco educada y dormida ante los graves ataques e injusticias que se están viviendo en nuestro país.

    Es necesaria una conciencia social, una unión entre la sociedad que demuestre la ilegitimidad de nuestros gobernantes, pues un representante gobierna con la finalidad del beneficio común, y los nuestros ya han demostrado, muy notoriamente, que solo buscan el beneficio personal y de unos pocos.

   Por tanto, la pregunta inicial se reduce a:

¿Hacia dónde queremos ir?

David Andreu

miércoles, 16 de enero de 2013

Pequeñas reflexiones sobre una genialidad del séptimo arte, Vencedores o Vencidos.


   Ayer vi por primera vez la película Vencedores o Vencidos dirigida por Stanley Kramer en el lejano año 1961 y no dejo aún de asombrarme ante tal obra maestra por lo que me he decido a escribir estas breves líneas con mis primeras impresiones que seguramente no abarquen la totalidad de tal genialidad del séptimo arte pero que me dispongo a compartir con vosotros con la esperanza de que os ayude, os guste y que el día de mañana no repitamos los errores que han venido siempre repitiéndose en la historia de la humanidad.

   La película nos muestra con precisión casi milimétrica como si de un documental se tratará, uno de los juicios de Nuremberg, juicios realizados tras finalizar la 2º Guerra Mundial  a los dirigentes o colaboradores más directos del régimen nazi. Esta película en concreto se basará sobre el juicio que realizará un juez americano, si, fueron los americanos los que juzgaron a estos criminales o “pseudo- criminales” alemanes, acerca del grado de culpabilidad que tuvieron los jueces alemanes en el tristemente célebre exterminio que se llevó a cabo durante los oscuros años del gobierno de Hitler.

   A pesar de que uno pueda pensar lo contrario al observar que se trata de una producción americana, en verdad, la película nos plantea problemas que incluso ahora, 65 años más tarde de los acontecimientos que ahora narra la película, seguimos teniendo a pesar del hipotético avance que hemos sufrido en estos años. Y es que la película nos plantea ácidos temas que hoy en día seguimos viviendo, así nos hace observar hasta qué punto tiene derecho un pueblo extranjero a convertirse en árbitro y director de otro y es que en esta película se nos mostrará como los americanos juzgaran a una nación que había sido vencida por ellos y que ellos ahora se mostraban prestos a juzgarla y a co-dirigirla, esto, ¿está bien éticamente?, de verdad EEUU o cualquiera que sea el país en cuestión tiene derecho a dirigir, a juzgar una nación por los hechos de sus crueles gobernantes.

   En la película se nos muestra una doble cara de la nación alemana, no todo el mundo sabía exactamente hacia donde se dirigía o que hacía su gobierno, incluso, los que lo sabían no se podían negar o se sentían profundamente desolados en lo que se habían convertido  (como se nos muestra en la destrozada figura del juez Ernst Janning) por lo que no hay que tener una visión maniquea, simplista de la Alemania nazi, visión simplista que tiene el Coronel Tad Lawson que llegará a admitir irónicamente que todos los crímenes lo realizarán esquimales, no alemanes ya que el culpará a todos los alemanes. Todo fue fruto de un contexto muy difícil como intentará articular el abogado defensor de los jueces alemanes, el cuál tomará argumentos de peso en su defensa como palabras laudatorias de Churchil a Hitler o como Europa permitió que el Führer se hiciera con el poder, aún más, tras mostrarnos duras escenas de los campos de concentración alemanes, el defensor alemán le dice a Ernst Janning, sin mostrar arrepentimiento alguno, que ellos pueden contraatacar enseñando fotos de Hiroshima, por lo tanto, vemos como una actitud bastante hipócrita por parte de los EEUU. Por lo tanto, antes de juzgar, debemos conocer, no debemos tener una visión simplista, el pueblo alemán no tuvo la culpa, sí sus líderes.

   Otro de los aspectos que más fuertes me pareció de la película fue el concepto de justicia, una justicia que ante todo debe estar desvinculada del poder político imperante para poder ser aplicada correctamente y, valga la redundancia, justamente. Sin embargo, en la película, por una parte se nos presenta una justicia que se vinculó al régimen nacionalsindicalista y, por otra parte, cuando esta dictadura cayó, y parecía que la justicia se libraba del yugo nazi, nos encontramos ante la hipocresía norteamericana, una hipocresía norteamericana que presionará al abogado acusador (si esta terminología se puede aplicar) a que no pida penas muy grandes a los acusados ya que necesitarán del apoyo alemán para frenar a la URSS que ya ha ocupado la Alemania Oriental y es que en los últimos momentos del film se nos empieza a mostrar el tablero de lo que será la Guerra Fría.

    La película termina con un guiño a la esperanza cuando el juez instructor del caso, no dejándose guiar por las presiones externas, dicta sentencia. Más aún, uno de los momentos más fascinantes de la película es cuando Ernst Janning, ese juez atormentado, se muestra como garante de la justicia aún cuando esa justicia le vaya a juzgar y es que al final, este juez acusado y el juez instructor del caso tendrán un diálogo donde el uno se muestra débil, arrepentido y el otro seguro y como un auténtico caballero de la justicia, no en vano la película terminará con una frase lapidatoria:

Erns Janning: Jamás supuse que se fuese a llegar a esto…
Dan Haywood (juez instructor del caso): Se llegó a esto la primera vez que usted condenó a un hombre sabiendo que era inocente.

José Ángel Castillo