lunes, 9 de noviembre de 2015

Truman y la aceptación del viaje final.

Con motivo de la fiesta del cine, pude volver a pisar una sala de cine sin sentirme atracado. La elección fue difícil ya que en Murcia aún ofrecían The Irrational Man (W. Allen, 2015) y The Martian (R. Scott, 2015). Sin embargo, decidimos ver esta película (Truman, C. Gay, 2015), había algo en ella fascinante, un halo que nos hizo decidirnos por ella y, cosas del destino, acertamos de lleno pues es una película que te ayuda a reflexionar ante una situación que tarde o temprano, por el inescrutable paso del tiempo, deberemos afrontar.




Dicha película nos pone en la piel de Julián (interpretado por un excelso Ricardo Darín) y de Tomás (personaje al que da vida un maduro J. Cámara), dos amigos de la infancia que, por avatares de la vida, se han separado y prácticamente viven en “puntas distintas del mundo”, uno en Madrid y otro en Cánada, “el polo norte” como dice jocosamente Julián. Pero esta distancia geográfica no será impedimento cuando a Julián se le detecte un cáncer terminal que creía haber vencido pero que a los pocos meses le volvió a atacar. Ante esta situación, el personaje que interpreta el maravilloso actor argentino decidirá vivir los últimos días de su vida sin los inconvenientes que le supone las quimioterapia, ¿para qué vivir enfermo? ¿para apurar unos días de vida? ¿merece la pena? Todas estas preguntas se nos pasa por la cabeza gracias a una sutileza y lirismo que brotará en todo momento en este film. De esta manera, Julián decide vivir sus últimos días con libertad y con ese sentido de la vida que siempre ha tenido. Pero aún más, aunque no se diga textualmente en la película, sutilmente (ay esa bendita sutileza que el cine moderno ha olvidado…) vemos como este personaje optará por ir cortando poco a poco los finos hilos que aún le unen a la vida.
Aquí adquiere importancia la figura de Truman, un orgulloso y fiel perro que ha sido prácticamente la única compañía de Julián y al que decide dar en adopción a alguna buena familia. Esto, en cierta medida, será el hilo conductor de un film donde podemos ver dos partes muy diferenciadas. Una primera donde se nos presenta con cierto humor negro el estado y la situación de Julián y una segunda donde el drama va aflorando y vemos como Julián va cortado, como si de una parca se tratara, los hilos de su vida. De esta manera, se despide de su hijo, elimina un pecado del pasado y, finalmente, escoge la mejor opción para su compañero Truman. Todo esto bajo la atenta mirada de su amigo Tomás que al igual que la película va evolucionando desde un tímido personaje que intenta que Julián cambie de opinión hasta su fiel escudero que respeta e, incluso, admira la determinación y la fuerza de su amigo del alma al que servirá como ángel protector en su heroica misión de prepararse ante la muerte. Una muerte que al mismo tiempo engendra vida como sucede en una de las escenas finales de esta producción cinematográfica y que tendrá un mensaje muy fuerte que no es sino la libertad de uno mismo para decidir en una sociedad que ha ido perdiendo poco a poco sus valores en pos de un mercantilismo devorador como se muestra de manera tan ácida, a la par de humorística, en la escena de la funeraria.
El final de la película, aunque no se muestra (bendita sutileza), es claro. Julián ha conseguido poner en orden su vida terrenal para afrontar el último gran viaje del que todos seremos pasajeros alguna vez. En definitiva, es una película de admirar, de fuerte reflexión-enseñanza (al menos de esa que dejan huellas en aquellos que la ven con interés) y de unos grandes valores (pues aprovechando la amistad y la muerte, vemos valores como la paternidad, la pasión, el amor, la soledad, etc) que echamos en falta estos último años en un cine más preocupado en agradar a la masa que en transmitir unos valores y reflexiones del que siempre ha sido vehículo, no en vano, por ello recibe el apelativo del 7º arte.





José Ángel Castillo Lozano

jueves, 16 de abril de 2015

Breves notas sobre el género Péplum en la historia del cine


Con el término PÉPLUM se hace referencia al cine de aventuras ambientado en la Antigüedad, con especial atención al mundo grecorromano. De hecho, el término péplum (del griego "πεπλον" -peplo-) hace referencia al vestuario que se utilizaban en estas producciones cinematográficas ya que el peplo no era sino una túnica que se abrochaba al hombro y cuyo término fue utilizado por vez primera por Jacques Siclier en el número de mayo de 1962 de la revista Cahiers du Cinéma (nº 131), en un artículo titulado "L'âge du péplum". 

Es evidente que la cultura clásica se encuentra en el mundo actual en todos y cada uno de los campos de su creación artística. Esto es debido en parte a que todas las grandes obran deben su herencia a un tronco común del que se van derivando los distintos argumentos, esto es la tesis de la afamada obra “La semilla inmortal. Los argumentos universales del cine” de Xavier Pérez y Jordi Balló (2010). Por este motivo, distintos directores han buscado a sus musas en el mundo antiguo y en el mundo mitológico, cuyas historias, leyendas y mitos ofrecen temas tan evocadores e interesantes como para abrir nuevas posibilidades de replanteamiento y de reelaboración.
Retomando el tema de nuevo del cine propiamente dicho, hemos de incidir en que las películas de temática antigua no eran novedad en el cine, como por ejemplo “Cabiria” (G. Pastrone –seudónimo: Piero Fosco-, 1914) o “Intolerancia” (D. K. Griffith, 1916). Sin embargo, el género péplum propiamente dicho aparece con la película “Hércules” (P. Franciscini, 1958). A partir de esta fecha, el género péplum gozará de su edad dorada en el mundo del cine, sobre todo, en el italiano.

Fotograma de Hércules

Sin embargo, las actuales nuevas corrientes estudiosas de este género cinematográfico han dejado de ver al péplum como esas películas de romanos de bajo coste y de origen italiano, de hecho, la propia RAE define a “péplum” como películas ambientadas en la antigüedad y no solo esas que se englobarían dentro de la definición del spaghetti péplum. De esta manera, hoy en día tendemos a ver al cine péplum como la conjunción de una serie de géneros como el colosal del que nace el péplum clásico y que tiene obras tan afamadas como la ya mencionada “Cabiria” o la versión de Enrico Guasón (1913) de “Quo Vadis”. 
Cartel de Cabiria
Además, esta “fusión” de géneros más allá del péplum canónico también convergió con el péplum norteamericano habida cuenta de que durante las décadas de los 50 y los 60 adquiriría una gran importancia con películas tan interesantes como Cleopatra (J. L. Mankiewicz, 1963) o Espartaco (S. Kubrick, 1960) y con una corriente más tardía que se da en la década de los 70 y que se conoce como antipéplum así las películas de Pasolini “Edipo rey” (1967) o Medea (1969), o el “SAtiricón” (Fellini, 1969) las introduciríamos aquí entre tantas otras (aunque es cierto que a partir de estas fechas el género péplum va descendiendo para entrar en un anonimato durante las décadas finales del S. XX). Estas películas norteamericanas añadieron nuevos escenarios geográficos como fue el Próximo Oriente y la tierra de los faraones: Egipto.


Cartel de Edipo Rey
Todas estas películas tenían una serie de lugares comunes en sus narraciones, unos personajes más o menos estereotipados, la importancia de los lugares urbanos como escenarios de la acción y una serie de técnicas narrativas que los hace únicos en su género. Estas películas tienen en común que tratan temas de la antigüedad con más o menos rigor y es que no debemos olvidar que son películas, una manifestación histórica más. Por lo tanto, tampoco debemos criticar excesivamente sus anacronismos y fallos siempre que sea una buena película. Otro concepto que debemos tener en cuenta es que son películas dirigidas por directores contemporáneos, por ello, muchas de las inquietudes o ideas del director se verán reflejadas en la película pues como dijo el afamado historiador B. Croce: "toda historia es historia contemporánea". De esta forma, en películas como “Espartaco” (S. Kubrick, 1960) o “La caída del imperio romano” (A. Mann, 1964) vemos preocupaciones innatas de la guerra fría y del miedo aún latente a los totalitarismos. Sin embargo, en películas más recientes como “Gladiator” (R. Scott, 2000) o “El reino de los cielos” (R. Scott, 2005) vemos la preocupación de su director ante la guerra y ante la convivencia de distintas culturas como son la cristiana y la musulmana, más presente en la segunda de ellas, parámetro que también se repite en “Agora” (A. Amenábar, 2009) con el conflicto entre cristianos y paganos.

Fotograma de Agora.
Finalmente, todas estas características han sido heredadas y, a su vez, actualizadas por un nuevo renacer en nuestros tiempos de este género ya que nosotros hemos sido testigos directos de cómo una nueva hornada de películas e, incluso, series de temática antigua han invadido nuestro cine. Así películas como "300" (Z. Snyder, 2007) o Gladiator (R. Scott, 2000) han supuesto grandes éxitos en taquilla. Además, estas nuevas películas toman de herencia números recursos del cine más puramente bélico, ¿quién no ha recordado el desembarco de Normandia al ver la primera escena de Gladiator o el desembarco de los mirmidones en las playas de Troya? O ¿quién no ha visto similitudes entre las explosiones del bosque de Germania en Gladiator con el bombardeo de Apocalipsis Now? En conclusión, estas nuevas películas del género péplum han conllevado a que los especialistas se obliguen a redefinir nuevamente este concepto porque si bien es cierto que hereda mucho de los péplum “clásicos”, si se me permite el término, también es cierto que añade nuevas perspectivas y nuevas visiones a este género tan amplio y rico en matices que incluso añadiría por sus características comunes películas que en un principio no catalogaríamos como tales como “El reino de los cielos” ( R. Scott, 2005) o, incluso, la película con tintes de ciencia ficción como “Outlander” (McCain, 2008). Todo ello ha llevado a que estemos en un nuevo movimiento de este género cinematográfico que ha recibido el nombre de “nouvelle péplum” del que espero como amante de este género y como historiador grandes obras cinematográficas en un futuro.

José Ángel Castillo Lozano


viernes, 20 de marzo de 2015

Hotaru no Haka (Grave of the Fireflies / La tumba de las luciérnagas). Una de las historias más bellas que nos ha legado el cine.


"EL DÍA 21 DE SEPTIEMBRE DE 1945 YO MORÍ"

Dicha producción cinematográfica fue primera la película dirigida por Takahata con el Studio Ghibli y el tercer largometraje del estudio. Considerada junto a La lista de Schindler (S. Spielberg, 1993) y El pianista (R. Polanski, 2002) como una de las mejores películas antibelicistas de todos los tiempos, y una obra maestra del cine de animación que por desgracia no tiene el pedigrí de las dos anteriores.
La película comienza con una escena del todo lapidante ya que nos narra como muere un niño en una estación de trenes por inanición. A pesar de lo cruel del suceso, la gente lo ve y no se inmuta ya que por desgracia esto no era un fenómeno aislado ya que muchos “niños de la guerra” habían quedado huérfanos y “caían como moscas” como se dice en la propia película. Este punto de inicio marca toda la historia ya que el narrador de ella será este mismo niño que nos relatará los últimos sucesos de su vida que le han llevado a este trágico final.
La tumba de las luciérnagas  está basada en una novela de Akiyuki Nosaka. En cierta medida, la novela es casi autobiográfica ya que el autor tuvo vivencias similares durante la guerra viviendo con su hermana. Sin embargo, la novela no tiene la fuerza y el espíritu con la que se dota su adaptación cinematográfica.
Para ver esta película, hay que olvidarse de esos motivos que se encuentran en el cine del Studio Ghibli y en el de su máximo exponente: Hayao Miyazaki. Aquí no encontraremos simpáticos espíritus del bosque como Totoro, no encontraremos valientes heroínas que luchan satisfactoriamente para salvar su bosque, ni historias de amor, ni maquinas voladoras asombrosas. No. En esta cinta encontraremos un reflejo duro y realista de la guerra, de las penurias que provoca, de armas como los bombarderos que provocan innumerables destrozos, de los instintos más bajo que se despiertan en el ser humano para sobrevivir, etc. Por añadidura veremos todo esto narrado desde la óptica de la capa más inocente de la sociedad: dos niños que intentarán adaptarse a un mundo devorador que no ha sido hecho para ellos. Aquí radica la grandeza de esta película no apta para todos los públicos debido a que veremos la aventura de dos jóvenes criaturas que nunca perderán la esperanza ni su inocencia a pesar de que el espectador vea desde un principio que esta bella historia no va a tener un buen final.



Por estos motivos, nos encontramos ante una película amarga, brutal y desesperanzadora a la par que realista y es que se trata de una historia que perfectamente podría haber pasado en la realidad lo que nos lleva a plantearnos cuantos “Seitas y Setsukos” (los protagonistas del film) tuvieron que haber durante el transcurso de la 2º Guerra Mundial o de las guerras más recientes. A pesar de esto, Takahata también sabe dotar esta desoladora historia de cierto encanto y ternura al desarrollar el vínculo entre estos dos hermanos huérfanos de padre y madre a pesar del contaminante entorno. De hecho, incluso cuando están muriendo de hambre, enfermedades e infecciones, el director sabe introducirnos momentos mágicos como la caja de caramelos o del jugueteo en el columpio.



En definitiva, gracias al cuidado de Takahata en el dibujo y en el desarrollo de la película, tenemos una de las narraciones más bellas que ha dado la ya dilatada historia del cine y que nos narra los sufrimientos de la guerra de una forma sutil (de hecho no aparece ni una sola escena bélica en toda la película) utilizando el recurso de contar la historia bajo el prisma de dos niños abandonados y solos en este vasto universo y es que, por desgracia, en este mundo, lo primero que muere es aquello más insignificante aunque sea lo que más brille, lo que más luz proporcione. Es una lástima, pero lo primero que muere son las luciérnagas.





Aquí os dejo su cuidada BSO. Solo el escuchar de nuevo su banda sonora ya hace que venga a mi unos sentimientos que solo se pueden albergar al visionar este film.






José Ángel Castillo Lozano

domingo, 1 de marzo de 2015

El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no monogatari). Un clásico atemporal.

 

 
Esta película fue nominada al Oscar como mejor película de animación del 2014. Dicho film está dirigido por el afamado director de la Tumba de las Luciernagas, Isao Takahata, y nos presenta una adaptación de un cuento del Japón medieval (“Taketori Monogatari”/ “El cuento del cortador de bambú”) con el que consigue crear una atmósfera envolvente gracias a unos personajes increíblemente dibujados y desarrollados, un juego de luces-sombras asombrosos y una banda sonora absolutamente perfecta a cargo de Joe Hisaishi siendo el sonido con el koto del todo sublime para mí. Además bajo mi perspectiva, la película destila una fascinación hacia lo otro y lo desconocido que representa lo japonés en el imaginario occidental y que ha sido clave para su nominación a los Oscar a pesar de que su recaudación en taquilla está lejos de lo esperado, no siendo esto un problema para I. Takahata ya que posiblemente nos encontremos ante su última película y él lo que ha querido es dar el sello a una carrera pletórica pues el mundo del cine y de las artes en general deben mucho a este genio y a H.Miyazaki pues ambos han sido los grandes impulsores del cine de animación en las últimas décadas.
 
Con estos mimbres anteriormente mencionados, Isao Takahata nos relata una bella historia de tintes atemporales de un cortador de bambú que encuentra una niña extraordinaria a la que inmediatamente llama Kaguya al darse cuenta que es una bendición de los dioses. A pesar de la simpleza del relato, que funciona de una forma magnífica como historia, su lectura se aborda más compleja pues “El cuento de la princesa Kaguya” apunta a las relaciones humanas, a las relaciones con la naturaleza y al propio sentido de la vida al existencialismo si se quiere junto a una serie de tópicos universales en la literatura y en el cine como el origen de nuestra protagonista, el locus amoenus, el enfrentamiento campo-ciudad, el beatus ille, la luna como morada de seres divinos y, al mismo tiempo, con un fuerte valor escatológico, etc.




Todas las tesis que aparecen en esta producción cinematográfica se exploran desde el desarrollo de un personaje femenino dotado de cualidades sobrehumanas en belleza e inteligencia y cuya humilde aunque imposible aspiración es poder controlar su vida y, al mismo tiempo, no decepcionar a sus padres adoptivos. Todo ello, hará que Kaguya poco a poco vaya perdiendo su fuerza vital y sus ganas de vivir ante un camino que no ha elegido recorrer y que está plagado de enjambres de hombres que la ambicionan por su única belleza física. Por tanto, el desarrollo de este personaje será vital pues actuará como hilo conductor de este film.

La lectura principal que hace la película es en tono pesimista ya que nos presenta un mundo donde no podemos elegir nuestro destino, no podemos forjarnos a nosotros mismos pues de eso se encargan las visicitudes de la sociedad sin ideales que termina por devorar todos nuestros sueños y deseos. Por este motivo, Kaguya que se encontraba feliz y tranquila en un lugar natural privado de las miradas penetrantes de los aristócratas, debe irse a la ciudad ya que en el pensamiento de su padre no se antojaba otra salida para que su hija adoptiva pudiera vivir y desarrollarse como una princesa. Aquí se nos presenta el primer gran conflicto que Kaguya ha de enfrentar ya que su marcha a la ciudad la hará abandonar su casa, el bosque donde se sentía una más, sus amigos y un muchacho por el que empezaba a sentir un incipiente amor. La princesa lo aceptará de forma silenciosa como cuando más tarde empiecen a presentarse distintos aristócratas a pedir su mano. Nuestro director, como si una metáfora de la realidad se tratara, nos perfila con tintes ácidos e irónicos una clase dirigente como una aristocracia privada de valores e inserta en un sistema vacío que se guía únicamente por las apariencias. Esto se pone en contradicción frente al campo donde la gente es más humilde, sus experiencias más vitales y, en definitiva, son más humanos ya que no han sido corrompidos aún por la sociedad en la que viven.



Dentro de esta parte donde la aristocracia pretende a la bella Kaguya, su padre juega un papel esencial ya que su padre, un humilde cortador de bambú al principio del film, se ve arrastrado por la sociedad y realiza toda una serie de acciones y decisiones encaminadas a contentar a su hija y hacerla una auténtica princesa. Sin embargo, el único resultado que consigue es ir apagando poco a poco su estrella hasta que, desesperada, desea huir del mundo y suplica a la luna que venga a por ella ya que no soporta más esta vida.

El plano final de la película no se puede describir con palabras y solo el intento de hacerlo se debería considerar sacrílego ya que es sin duda uno de los mejores planos que yo he visto en una película y que, junto a una magnífica banda sonora, pasará a la historia del cine pues tiene la pinta de que, tarde o temprano, se convertirá en una película de referencia en su género como ya se ha convertido su obra “La tumba de las luciernagas”.

En definitiva, y por ir terminando esta reseña, Takahata ha creado una auténtica obra de arte que explora unos caminos tortuosos con una gran armonía y lirismo que hace que cuando terminemos de verla no sepamos muy bien como sentirnos pues la tristeza y melancolía que expira este film, gracias a su capacidad narrativa, visual, musical y el mensaje que lanza, está al alcance de muy pocas películas.

El trailer aquí:

José Ángel Castillo Lozano