domingo, 1 de marzo de 2015

El cuento de la princesa Kaguya (Kaguya-hime no monogatari). Un clásico atemporal.

 

 
Esta película fue nominada al Oscar como mejor película de animación del 2014. Dicho film está dirigido por el afamado director de la Tumba de las Luciernagas, Isao Takahata, y nos presenta una adaptación de un cuento del Japón medieval (“Taketori Monogatari”/ “El cuento del cortador de bambú”) con el que consigue crear una atmósfera envolvente gracias a unos personajes increíblemente dibujados y desarrollados, un juego de luces-sombras asombrosos y una banda sonora absolutamente perfecta a cargo de Joe Hisaishi siendo el sonido con el koto del todo sublime para mí. Además bajo mi perspectiva, la película destila una fascinación hacia lo otro y lo desconocido que representa lo japonés en el imaginario occidental y que ha sido clave para su nominación a los Oscar a pesar de que su recaudación en taquilla está lejos de lo esperado, no siendo esto un problema para I. Takahata ya que posiblemente nos encontremos ante su última película y él lo que ha querido es dar el sello a una carrera pletórica pues el mundo del cine y de las artes en general deben mucho a este genio y a H.Miyazaki pues ambos han sido los grandes impulsores del cine de animación en las últimas décadas.
 
Con estos mimbres anteriormente mencionados, Isao Takahata nos relata una bella historia de tintes atemporales de un cortador de bambú que encuentra una niña extraordinaria a la que inmediatamente llama Kaguya al darse cuenta que es una bendición de los dioses. A pesar de la simpleza del relato, que funciona de una forma magnífica como historia, su lectura se aborda más compleja pues “El cuento de la princesa Kaguya” apunta a las relaciones humanas, a las relaciones con la naturaleza y al propio sentido de la vida al existencialismo si se quiere junto a una serie de tópicos universales en la literatura y en el cine como el origen de nuestra protagonista, el locus amoenus, el enfrentamiento campo-ciudad, el beatus ille, la luna como morada de seres divinos y, al mismo tiempo, con un fuerte valor escatológico, etc.




Todas las tesis que aparecen en esta producción cinematográfica se exploran desde el desarrollo de un personaje femenino dotado de cualidades sobrehumanas en belleza e inteligencia y cuya humilde aunque imposible aspiración es poder controlar su vida y, al mismo tiempo, no decepcionar a sus padres adoptivos. Todo ello, hará que Kaguya poco a poco vaya perdiendo su fuerza vital y sus ganas de vivir ante un camino que no ha elegido recorrer y que está plagado de enjambres de hombres que la ambicionan por su única belleza física. Por tanto, el desarrollo de este personaje será vital pues actuará como hilo conductor de este film.

La lectura principal que hace la película es en tono pesimista ya que nos presenta un mundo donde no podemos elegir nuestro destino, no podemos forjarnos a nosotros mismos pues de eso se encargan las visicitudes de la sociedad sin ideales que termina por devorar todos nuestros sueños y deseos. Por este motivo, Kaguya que se encontraba feliz y tranquila en un lugar natural privado de las miradas penetrantes de los aristócratas, debe irse a la ciudad ya que en el pensamiento de su padre no se antojaba otra salida para que su hija adoptiva pudiera vivir y desarrollarse como una princesa. Aquí se nos presenta el primer gran conflicto que Kaguya ha de enfrentar ya que su marcha a la ciudad la hará abandonar su casa, el bosque donde se sentía una más, sus amigos y un muchacho por el que empezaba a sentir un incipiente amor. La princesa lo aceptará de forma silenciosa como cuando más tarde empiecen a presentarse distintos aristócratas a pedir su mano. Nuestro director, como si una metáfora de la realidad se tratara, nos perfila con tintes ácidos e irónicos una clase dirigente como una aristocracia privada de valores e inserta en un sistema vacío que se guía únicamente por las apariencias. Esto se pone en contradicción frente al campo donde la gente es más humilde, sus experiencias más vitales y, en definitiva, son más humanos ya que no han sido corrompidos aún por la sociedad en la que viven.



Dentro de esta parte donde la aristocracia pretende a la bella Kaguya, su padre juega un papel esencial ya que su padre, un humilde cortador de bambú al principio del film, se ve arrastrado por la sociedad y realiza toda una serie de acciones y decisiones encaminadas a contentar a su hija y hacerla una auténtica princesa. Sin embargo, el único resultado que consigue es ir apagando poco a poco su estrella hasta que, desesperada, desea huir del mundo y suplica a la luna que venga a por ella ya que no soporta más esta vida.

El plano final de la película no se puede describir con palabras y solo el intento de hacerlo se debería considerar sacrílego ya que es sin duda uno de los mejores planos que yo he visto en una película y que, junto a una magnífica banda sonora, pasará a la historia del cine pues tiene la pinta de que, tarde o temprano, se convertirá en una película de referencia en su género como ya se ha convertido su obra “La tumba de las luciernagas”.

En definitiva, y por ir terminando esta reseña, Takahata ha creado una auténtica obra de arte que explora unos caminos tortuosos con una gran armonía y lirismo que hace que cuando terminemos de verla no sepamos muy bien como sentirnos pues la tristeza y melancolía que expira este film, gracias a su capacidad narrativa, visual, musical y el mensaje que lanza, está al alcance de muy pocas películas.

El trailer aquí:

José Ángel Castillo Lozano

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